Petricor

De poesías y cuentos, Natalia Benítez

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Siento a veces que el cuerpo ha madurado como una parcela de tierra nutrida que sabe bien que manos necesita para ser arada.

Soy esa tierra que tragó sangre y estiércol. Donde rayos inmensos traspasaron sus venas: dolor, temor, amor, o lo que sea. En esta capa de piel y compost, donde lombrices y rayos han agrietado con una sola voz… la voz del trueno en el corazón. Aún resiste esta tierra, porque es fértil, porque guarda en su arena la textura de unos dedos que la encienden y riegan. Porque cree que seguir creyendo es parte de la resistencia y porque siempre que llovió paró, y sobre este cuerpo mucha agua cayó y no bastó. La tierra hoy asentada reposa un buen semblante, donde la frescura es un instante, donde tu silueta una constante. Soy un suelo compacto, preparado para pasos firmes y tambaleantes. Aunque apenas perceptible, solo oigo el sonido del agua que cae y filtra en mis poros, y hay un solo aroma en mi medio ambiente, el tuyo, que refresca mi alma y da paz a mi mente, sos como el petricor con una mirada simplemente.

Natalia Benítez

Hay aromas…

Natalia Benítez, Relatos

Dicen que existe una conexión directa entre el órgano del olfato y el sistema límbico del cerebro. Hay aromas que nos conducen al recuerdo para abrazarlo de nuevo.

 

07:00 am

Se abría la puerta del elevador. Marcar el número 14  formaba parte de su rutina matinal.  En todo el trayecto de pisos y entrepisos, percibía un aroma que le despertaba cierta atracción. Una combinación de perfume y tabaco que le remitía a un rostro varonil, a una espalda ancha, a unos  dedos finos, lo idealizó, interesante, intelectual, un poco artista y algo zarpado. Así llegaba hasta su oficina. Fantasear con esas casualidades le alegraba el día.

15:00

Valeria volvía a bajar, la cabina seguía con ese aroma peculiar. Se encaramaba por esa suerte de espectro sin rostro, nunca jamás compartieron ese metro cuadrado, pero sabía que ahí estaba él, un poquito antes, o mucho tiempo después, ambos tiempos se acercaban a ella. Entonces se dejaba abrazar por esa energía. En el fondo no sabía si tenía la intención de conocer al hombre aquel.

15:30

Una tarde, en uno de esos cafés del centro, (que también funcionaba como panadería). Leandro y ella se encontraron por casualidad (Leandro fue su primer novio).

A él le atrajo el olor a dulce de guayaba y pan recién horneado que salía de  ese local, así que entró y la vio sentada en una mesa, sin dudar siquiera la reconoció, él fue hasta la vitrina, pidió un pote de dulce, lo pagó y se acercó a la mesa de la dama – ¿Todavía te gusta el dulce de guayaba? – le preguntó. Los ojos de Valeria brillaron como nunca y  se fundieron en un intenso abrazo, ella respiró profundamente. Él no tenía la más pálida idea de lo que pasaba entre ellos, pero se quedó ahí abrazándola un largo tiempo, intentando cubrir los claros de su  ausencia. De la nada, se dieron un beso en la boca, y volvieron a ser simbiosis como antes, como catorce años atrás.  Hoy saben que ninguno de los dos se habían separado definitivamente. Y cada quién con sus aromas, defectos, y virtudes se tenían en la mente.

Valeria recuperó la voz que la emoción le robó y dijo afirmativamente  – Leandro… ¡Vos sos el del ascensor!

Natalia Benítez

Lamiga

Párrafo que habla de una noche más sin vos

Carlos Bazzano, Relatos

Suelo divagarme mucho cuando me pasa esto de no poder dormir. Generalmente pienso en todo y a la vez en nada. Pero esta vez solo pensé en vos. Anoche te pensé compañera. Te pensé de muchas formas, te pensé con tus mambos de familia, con tus exámenes de turno, te pensé en tu barrio, te pensé en mi barrio,  te pensé con tus lágrimas, te pensé con tu sonrisa,  te pensé en la marcha, te pensé entre los cascos azules y la montada,  te pensé cantando no tenemos miedo, te pensé con miedo, con bronca, con sueños, te pensé soñando, te pensé desnuda, te pensé vestida, o mejor dicho te pensé desnudándote, te pensé desnudándome, te pensé en la cama , besándote, besándome, te pensé amándome, te pensé desamándome, te pensé tan lejos y te pensé tan cerca de los besos, te sentí en algún lugar de la ciudad, y en algún lugar de la ciudad te busqué. Quizá por eso mis pensamientos te buscaron en tantas plazas que al final de cuentas eran una sola plaza. Te busqué en tantos bares que al final de cuentas eran un solo bar. Te busqué, te busqué, te busqué entre las mesas del bar y te nombré entre trago y trago, tantos tragos, tantos tontos tragos, y al final te busqué a tientas en la noche, entre veredas y callejones. Te busqué mareado de vos en todos los rincones de la casa, mareado de vos te busqué en la sala, mareado, pero en silencio, te busqué en el dormitorio. Y caí vencido de vos en la cama. Miré el techo. Y te pensé mientras miraba el techo. Te pensé tanto que mi nostalgia de vos me dibujó tu mirada. Y me quedé solo en el cuarto, con mi nostalgia de vos, mirando el techo, con el recuerdo de tu mirada mirándome desde el techo, y te miré, y te miré, y te miré. Y  te miré hasta que me dormí un flash. En ese flash  te soñé, y volví a estar contigo en el sueño, y éramos nueva y viejamente beso, abrazo, jadeo, sudor, susurro, suspiro. Te soñé intensa e insensatamente. Y fuimos tantos besos como abrazos, y los susurros eran como conjuros secretos que manaban suspiros y jadeos, y era como si las palabras amor, vida, o alegría fueran una realidad compartida. Luego desperté. Y desperté solo. En realidad no estoy tan solo compañera, la nostalgia de vos me acompaña, como siempre.

Carlos Bazzano

Un pecho insomne

De poesías y cuentos, Ricardo de la Vega

a Caissa, Musa del Ajedrez

Musa inconsciente

que pusiste en mi pecho

este amor a destiempo que deambula por entre los

sesenta y cuatro laberintos de tu embrujado infinito:

tuyo soy

y pareciera que el par de alfiles

me cruzara como si fueran

ellos la misma flecha, el viento,

la misma diagonal de una ciudad abandonada,

pero llena pulsaciones y a punto de soñar.

Te enterré bajo treinta y cinco años

y volviste a nacer más hermosa que la infancia,

más indeleble que la sangre,

y más esquiva que  Fortuna –ésa, la esposa de los errantes-.

Voy con Ruy López de escudero

y este fiancheto que esboza tu negra y última casilla.

Es un tambor mi pecho insomne

Ricardo de la Vega

Camalote ardiente

Camalotes Rojos - Luz Saldívar, De poesías y cuentos

El mundo te ofrece un anillo de fantasía y te lo ponés…

pero te conozco

te presiento

te aguardo

Sé tantas cosas de vos mi amor

Sé de tus recovecos

de tus inmensidades

de tus tormentas

de tu fluir de lluvia mansa de verano

de tus utopías

de los reptiles que te acechan también

de tus avances

de tus abismos

Sara, Graciela, Ana, Cristina, Sonia, Perla, Sofía, Elena, Edith, Sandra, Natalia, Justina, Mónica, Marcela, Teresa, Lidia, Isabel, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, nombres, solo nombres…

 

Apagá esa radio

te espero a la orilla del río

los camalotes pueden parecer un lecho poco usual

pero te prometo

el canto de los peces

el beso de las serpientes

las carcajadas de la Cruz del sur

el parpadeo de lo eterno en una insignificante

burbuja

mi loco amor

mi amor

amor

Luz Saldivar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Que no

De poesías y cuentos

Que no deje de dolerte el dolor que se aprieta con los dientes,
que tiembla en la palma
hasta volverla puño, letra, rasgueo de guitarra…
Que palpita en las venas y hace hervir la sangre hasta encender el fuego que flamea en el pecho,
que arde en la mirada. Que ilumina el rumbo…
Que no deje de dolerte.
Que no deje de importarte lo importante.
Que no deje de intrigarte la pregunta imprudente,
la respuesta oportuna…
Que no deje de asombrarte
a media luz la medialuna.
Lo que hay de cierto en la certeza de la risa,
lo que hay detrás de una palabra.
Que no deje de inspirarte.
No te dejes…
No se te apaguen los ojos
ni se te seque la boca
ni se te aflojen las manos,
no se te apague la llama…

 Sara Schupmann

Tres poemas

De poesías y cuentos, Susy Delgado

Hace unos días, un pequeño poema mío tocó la sensibilidad de mucha gente, desatando una lluvia inesperada de mensajes que debo agradecer. Y como algunos de ellos pedían más poemas de ese tono, aquí van tres, en homenaje a todos. Mis poemas amorosos están todos en castellano, un día tal vez los traduciré. Aguyjevete, por ahora, dice la autora en su perfil del facebook. 

Melancolía de saberse tan lejos,
necesidad de perderse entre los árboles,
de llorar de una vez por todas.

Tal vez entonces
amanezcan de nuevo los potros de la sangre
para llevarlos
a cabalgar sobre las peñas,
y sobre el viento
y sobre el mar.
…………………………….

He cerrado las puertas de otro día
y he venido a tender
este fervor
irremediablemente condenado a muerte
en la cama vacía.
Y mi cama
y mi cuerpo
tienen un día menos
para amarte.
Han ganado otro día
hacia el olvido.
He caminado
un nuevo trecho de tu ausencia
mientras este fervor
envejece.
………………………

Pero hermanito,
no te rías
de esos heroísmos tragicómicos
que constan en mi frágil expediente
entre una fiebre marginal,
desprestigiados éxitos,
sublimes -o tal vez subliminales-
sexos y poesía
precaria, equivocada.
De todo eso me queda
algún intenso resplandor,
cierta sospecha
de acariciar la luz
zambullida en el viento.
Me quedan
algún poema y el color
de todos los adioses.
Y el corazón doblado,
adolescente para siempre
de saber
que lo imposible se ama
más allá de la carne
y de la ausencia.

 

Susy Delgado

Esquina de la Terminal

Camalotes Rojos - Luz Saldívar, De poesías y cuentos

Una luz roja nos unió

Yo en mi luna, vos en la tuya

Eras un globo a punto de estallar

de pronto te echaste a llorar…

 

Dolor de  ventanilla sucia.

Yo te miraba desde la otra orilla

¿Por qué llorabas?

 

Eras hermosa y joven

y sin embargo, sufrías…

todos te miraban, pero nadie

tuvo un gesto contigo

 

el semáforo  nos disparó hacia otros destinos

Yo en mi luna

Vos en la tuya

Luz Saldívar

Cuídame el corazón

De poesías y cuentos, Ricardo de la Vega

I

 

Amantísima

mira hacia aquí

y haz que me devuelvan   el cerebro;

me lo llevan las cajas por la ruta negra.

El asfalto caliente está

y déjame decirte que enloquecieron las señales:

unas me indican el cielo

y las otras muestran los dientes del infierno.

El viento es un niño prisionero

en las cajas que me llevan el cerebro.

¡Mira hacia aquí Amantísima

que necesito  escribir cuando llegue a mi casa!

Que no me duerma al cruzar las puertas,

que no me desvanezca

al pisar el primer almohadón prisionero de  mi fatiga.

Llueve. Gotas como relámpagos caen sobre mí.

Cuídame el corazón.

 

II

 

Quiero dar vueltas y vueltas

hasta encontrar tu pecho.

Amantísima no huyas de mí.

Déjame que ría  a mis anchas

y recíbeme igual.

Yo giro de balde alrededor del mundo

a veces,

mas quiero hoy localizar un verso,

Dueña del rumor y el humo de las parrilladas,

quiero ensoñar mis ojos en un verso.

III

Nada sabía cuando desperté en la mañana.

El papel despejaba las orillas de un cuerpo,

la tinta, el viento.

La poesía estaba en tus mejillas rosadas,

Amantísima, aguardando.

 

IV

 

Enamorada mujer de Dios,

yo purifico mis manos en tu nombre,

y piso estas piedras porque  pienso

que te place que lo haga mientras miro el cielo, buscándote.

Señora tan dulce que apenas te nombro.

Azul son tus vestidos desde siempre.

Yo sé de ti porque me llaman los cantares antiguos

y me arrodillo  a  tientas en el templo de mi corazón

por las dudas llegaras

a mi.

Sucede el canto cuando regreso a casa.

 

Ricardo de la Vega 

 

Acá me voy a quedar

De poesías y cuentos

Hasta que las mágicas dimensiones,
nos metan en el mosaico de sus pasiones…
¡Acá me voy a quedar!

Hasta que la rosa de los vientos se humedezca con
tu boca de torbellino sin rumbo.
Hasta volvernos el punto en un ritual embrujado.
Hasta que seamos parte del extenso conjuro del aquelarre.

Hasta exterminar la podredumbre
de las cortezas mal nutridas y
cubrir con musgos verdes
las espinas vivas.
Para que no nos claven nunca.
(nunca más)
Acá… hasta limar el sutil filo hiriente
de las punti-agudas andanzas que nos condenan.
Hasta revivir de a poco con savia la epidermis
de los tallos rotos.
De varias llegadas tuyas, de varias partidas mías.
En sucesivos etcéteras…
Acá me voy a quedar
contemplándote como a un dios fértil y febril
que huyó del tiempo greco.
A vos y a mi, las hadas del encantamiento en rozagantes
nubes azules con tendencias cursis nos persiguen, hay mucho
de que huir para poder equilibrarnos en este contemporáneo
espiral de grisáceos colores insípidos.

Acá me voy a quedar
Hasta que nuestra clave sea el sol
Hasta que nos convirtamos en peces rojos en el mar sin escamas.
Hasta que las olas de la saliva fluyan sin miedo
su espumante dosis de placer infinito.
Hasta que el calor fecundo entibie mis células madres
Hasta que tus semillas se conviertan en una sola flor
después de varios úteros de vaginas virginales,
sin tierras ni estiércol maduro.
Hasta que mis incógnitas sean reveladas.
Hasta que mi Sí, sea tu certeza
Y tu No mi verdad con tibieza.
Hasta que nos vuele el órgano cardiovascular en “dos en uno”
Hasta que tus labios sean mis ojos y vice-versos.
Hasta que pronunciemos “quiero” con la lengua
y el idioma correcto.
Hasta que tus dedos sean las llaves y los míos tu manojo.
Hasta quedarnos unidos a puerta cerrada.
Hasta que podamos ser y sentir absoluta-Mente-todo.
Acá me voy a quedar.

Natalia Benítez